viernes, 21 de octubre de 2011

¿Por qué si estamos bien solas debemos llamar a ese ex que sabemos que al verlo dejará pedazos de nuestro corazón diseminados por el piso, que tardaremos meses en volver a juntar?  ¿Por qué por un minuto de cielo nos autocondenamos a vivir un año en el infierno? ¿Por qué queremos hacer encajar lo que no encaja, pegar lo que ya está roto, zurcir lo que ya fue remendado?
Me pregunto si el amor, el verdadero, el que perdura, el que crea, comparte, respeta, tolera y confía, no debería fluir de una manera mucho menos perjudicial para la salud.
Si uno tiene hambre, come. Si uno quiere fumar y no tiene cigarrillos, sale al kiosco a comprar aunque llueva. Si uno quiere llamar, llama. No es tan difícil, o al menos, no debería serlo.
El que quiere llamar… llama. El que quiere decir… dice. El que quiere volver a vernos… dice “quiero volver a verte”. El que tiene interés… lo demuestra.

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